
Pulgarada es un cuento de hadas alemán(Alemania) recogido
por los hermanos Grimm cuento número
37 de la colección; el número 45 se llama Los viajes de Pulgarada, Las andanzas de Pulgar-cito, Las correrías de Pulgarada o Las aventuras de Pulgarada , y es precursor de los cuentos de hadas ingleses
llamados To Chumbo .

Una noche Pulgarcito oyó hablar a sus padres de la difícil
situación en la que se encontraban ya que apenas ganaban lo suficiente para
alimentar a sus siete hijos. Pulgarcito se entristeció mucho al oír a sus
padres, pero rápidamente se puso a darle vueltas a la cabeza para encontrar una
solución.
A la mañana siguiente, reunió a sus hermanos en el pajar y
les contó lo que había oído.
- No os preocupéis, yo os diré lo que haremos.
- ¿Ah sí? ¿El qué? - dijo el mayor, que era un poco
incrédulo
- El próximo día que vayamos al bosque a recoger leña con
madre y padre nos esconderemos y cuando se harten de buscarnos y vuelvan a casa
saldremos y emprenderemos un viaje en busca de riquezas y oro.
- Pero, ¿y si nos perdemos en el bosque? De noche está muy
oscuro… - dijo el más miedoso
- No te preocupes. Iré dejando caer miguitas de pan a lo largo
del camino así, cuando queramos volver a casa sólo tendremos que seguirlas.
La idea convenció a los siete y prometieron guardar el
secreto.
Esa misma tarde los padres les dijeron que necesitaban que
les ayudaran a recoger ramas en el bosque. De modo que siguieron el plan
establecido y cuando sus padres se cansaron de buscarlos y se fueron a casa,
creyendo que habían vuelto allí, salieron de sus escondrijos.
Pero la noche cayó antes de lo esperado y se levantó una
tormenta tremenda. Algunos empezaron a impacientarse y decidieron que lo mejor
era volver a casa. Pero… ¡qué sorpresa tan desagradable cuando Pulgarcito miró
al suelo! Las migas no estaban. Sólo había un par por detrás de él y del resto
nada. Se las habían tenido que comer los pájaros, no había otra explicación.
Rápidamente Pulgarcito se subió a un árbol para tratar de
divisar algún lugar al que dirigirse y logró distinguir una luz.
- ¡Veo una casa! ¡Iremos por allí!
Así que los niños continuaron andando durante horas hasta
que lograron llegar a aquella casa. Estaban empapados y muertos de hambre. Una
mujer les abrió la puerta.
- Buena mujer, somos siete niños que se han perdido y no
tenemos adónde ir. ¿Podría dejarnos pasar?
- Pero, ¿no sabéis quién vive aquí?
Los niños negaron con la cabeza y la mujer les explicó que
esa era la casa del ogro, su marido, y si los veía no se lo pensaría dos veces
y los echaría a la cazuela. Pero los niños estaban tan exhaustos que no les
importó y pidieron a la mujer que por favor les dejara pasar. Al final accedió,
les dio de cenar y los escondió bajo la cama.
En cuanto llegó el ogro a casa comenzó a gritar.
- ¡¡Huelo a carne fresca!!
Los niños estaban temblando bajo la cama rezando porque no
mirase allí, pero el malvado ogro los encontró. Quiso comérselos en ese mismo
instante pero su mujer logró convencerle de que lo dejara para el día siguiente
ya que no había ninguna prisa y tenían comida de sobra.
Se acostaron a dormir en la misma habitación en la que
dormían las siete hijas de los ogros y Pulgarcito observó que cada una de las
niñas llevaba una corona de oro en la cabeza.
Cuando todo el mundo dormía Pulgarcito tuvo una de sus
ideas. No se fiaba de que el ogro cambiara de opinión y se los quisiera comer
en mitad de la noche, así que por si acaso, les quitó a las niñas las coronas y
las puso en las cabezas de sus hermanos y en la suya.
Efectivamente Pulgarcito tuvo razón, y en mitad de la noche
el ogro entró en la habitación.
- A ver a quien tenemos por aquí… ¡Uy no, estas no! ¡Estas
son mis hijas!
Así que gracias a la corona el ogro se comió a sus hijas
creyendo que eran Pulgarcito y sus hermanos.
En cuanto salió de la habitación y lo oyó roncar,
Pulgarcito despertó a sus hermanos y se marcharon de allí corriendo.
A la mañana siguiente el ogro se dio cuenta del engaño y se
puso sus botas de siete leguas para encontrarlos. Estuvo a punto de cogerlos,
pero los niños lo oyeron llegar y se escondieron bajo una piedra. El ogro,
acabó agotado de tanto correr en su búsqueda así que se sentó en el suelo y se
quedó dormido. Salieron de su escondite y Pulgarcito ordenó a sus hermanos que
volvieran a casa.
Pulgarcito- No os preocupéis por mí. Me las apañaré para
volver.
Con mucho cuidado Pulgarcito le quitó las botas de siete
leguas al ogro, se las calzó, y como eran unas botas mágicas que se adaptaban
al pie de quien las llevara puestas, le quedaron perfectas. Con ellas se fue
directo a casa del ogro.
- Señora, vengo de parte del ogro. Me ha dejado las botas
de siete leguas para que viniese lo antes posible y os pidiese auxilio. Unos
ladrones lo han atrapado y dicen que lo matarán inmediatamente si no les dais
todo el oro y plata que tengáis.
La mujer se lo creyó todo y entregó a Pulgarcito todo el
oro y plata que tenían. Cargado de riquezas volvió a casa y sus padres y
hermanos lo recibieron con los brazos abiertos. Desde entonces ya nunca más
volvieron a pasar necesidad.
Aunque hay quien dice que la historia no acabó en realidad
así, y afirman que Pulgarcito una vez tuvo las botas del ogro fue a hablar con
el Rey. Pulgarcito había oído que el Rey estaba preocupado por su ejército, ya
que se encontraba a muchas leguas de palacio y no había recibido ninguna
noticia suya. Así que le propuso convertirse en su mensajero y llevarle tantos
mensajes como necesitara. El Rey aceptó y Pulgarcito estuvo desempeñando
durante un tiempo este oficio, tiempo en el que amasó una buena fortuna. Cuando
hubo reunido suficiente volvió a casa de sus padres y todos juntos fueron muy
felices.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario